Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar
Destacada

Perros de Terapia, Terapia asistida con Animales

¿A qué edad es mejor tener un perro de terapia para tener un mejor vínculo?

En mi experiencia personal, llevo más de 15 años dedicada a trabajar en  psicología y psicoterapia asistida con animales, considero que el vínculo que desarrollamos con nuestros perros de terapia va más allá de a que edad los conocimos, desde que edad tenemos la bendición que estén con nosotros compartiendo juntos nuestras vidas, trabajando juntos.

Algunos de mis perros de terapia los conozco desde cachorros, otros desde jóvenes y otros desde adultos. Considero que cada relación con cada uno de ellos es y ha sido única y especial, cada una muy profunda, con sus propias enseñanzas.

Hoy quiero compartirles un poco sobre nuestra querida Viruta, mi gran compañera de trabajo, ahora prácticamente jubilada. Junto a ella y a su hermano menor Hummus, conocí el maravilloso mundo de los labradores, hermosa raza, de la que a través de ellos, quede cautivada. 

Viruta tiene 11 años. Nos conocemos y empezamos a trabajar juntas desde sus 2 años de edad. Ella nació en España en el criadero de labradores Bocalán. La primera vez que la vi fue por foto, su mirada entró, desde el primer momento, profundo en mi corazón. En el 2009 empezamos conjuntamente con Fundación Bocalán España del Perro de Ayuda Social, a trabajar juntos, dando inicio en nuestro país en el 2010, a la sede Bocalán Perú. Un gran sueño personal iniciaba. Y este sueño inició con Viruta y Hummus. Con el profundo propósito de contribuir a dar a conocer las Intervenciones asistidas con Animales en nuestro país y que en Perú hayan capacitaciones y cursos de formación en esta especialidad, que desde muchos años atrás ya se venía desarrollando con éxito y grandes beneficios para la salud y bienestar integral de las personas en el extranjero. En el primer momento no nos dimos cuenta que eramos pioneros en abrir cursos de formación en este campo, con perros, en nuestro país, y el camino que venía por delante. A nivel personal antes de iniciar esta etapa, trabaja con mis perros mestizos y rescatados en psicología y psicoterapia en consultorio particular y talleres grupales en la naturaleza con niños, adolescentes y jóvenes.

Siempre sonrio al recordar el primer encuentro con Viruta, cuando fui a recogerla al aeropuerto. Nuestras miradas se encontraron, con la profunda certeza que teníamos un gran camino por recorrer juntas, y una gran responsabilidad por sostener. Un profundo y muy especial vínculo nació, y fue creciendo cada día, junto con una profunda confianza, conexión y complicidad.

Muchas veces me preguntan si hubiera preferido conocer a Viruta desde que nació….desde el momento que la conocí a sus 2 años me quedo claro que no era antes ni después, que ese era el momento preciso para nosotras de encontrarnos, conocernos y convertirnos en un binomio de trabajo en IAA,  a la vez que ser una parte de la otra…

Claro que muchas veces me pregunte, como habría sido Viruta de cachorra, en sus primeros 2 años….muy agradecida siempre a todos quienes cuidaron, educaron y entrenaron en sus primeros años a nuestra querida Viruta. Nuestra Viru como le decimos de cariño a nuestra hermosa grandota. Muy contentos y agradecidos que Bocalán Perú nació contigo Viruta….con toda la fuerza, motivación, pasión y corazón. Gracias siempre Viruta por todo lo caminado juntas y todo lo que juntas seguimos y seguiremos caminando.

En siguientes escritos compartiremos con ustedes mas de la historia de Viruta como perra de terapia y su trabajo en intervenciones asistidas con animales. Asi como la historia de nuestros perros de terapia…

Claudine Bartschi

Directora Bocalán Perú

Arte: @genesisheleanny

Anuncio publicitario
Destacada

Allá voy…

No me gusta ir de compras. Detesto los centros comerciales. Pero a pesar de eso, fue justo un día de compras el que me guio hacia el trabajo con perros. ¿Cómo? Estarán preguntando. Esta es la historia de mi vida…

Mi nombre es Martina y soy checa. Estudié traducción en Praga, en el mismo corazón del centro histórico de la ciudad, en la facultad que se encontraba a unos 300 metros de uno de los centros comerciales más grandes de Praga. Un día me tocó entrar ahí, a ese sitio donde luego de 7 años sigo perdiéndome, donde todas las escaleras mecánicas suben y ninguna baja y donde hay que dar mil vueltas para encontrar lo que estamos buscando. Salí de la universidad ya toda fastidiada y disgustada, pero apenas me acerqué, todo giró en 180 grados. Enfrente del centro comercial había un stand y varios perros alrededor. Vi una demostración del trabajo de los perros de asistencia y una presentación de la asociación que se dedicaba a ese hermoso trabajo. Me quedé ahí observando un buen rato. Me fui con los ojos brillantes de emoción y alegría. Me había olvidado del estrés de las compras. Total, cuando llegué a casa ese día, entré al Internet para buscar más información sobre esa asociación. Me emocionó tanto lo que hacían que decidí contactarme con ellos para ver si podía ayudarles de alguna manera, apoyarlos como la traductora que iba a ser o con cualquier otra actividad voluntaria. A los dos días me encontraba en su oficina conversando con la coordinadora de los voluntarios. Aparte del voluntariado me ofreció formar parte de su equipo como familia de acogida de alguno de los cachorros que iban a entrar en esa época. Lo consulté con mis compañeros del departamento y todos se mostraron muy entusiasmados por la idea. Acepté. Y así es como llegué a conocerla a mi bebé Fany.

Fue un viernes que fui a recogerla, me acuerdo clarito. Ahí estaba, una labradora de ocho meses, negra como la noche. Fue amor a primera vista. En cuestión de minutos arreglamos todo lo que fue el papeleo y en menos de media hora salíamos por la puerta, rumbo a la nueva casa de Fany. Justo para ese fin de semana me tocaba bajar a la casa de mi mamá, y pues con menuda sorpresa se dieron tanto ella como mi hermana. Felizmente les pasó lo mismo que me había pasado a mí horas antes: se enamoraron de esa carita tan tierna, de sus ojitos marrones y su colita que no paraba de moverse. Así fue cómo empezó nuestra aventura. Los tres días en la casa nos sirvieron para conocernos, para vincularnos, para acostumbrarnos una a la otra. También paseamos rico por los campos, jugamos en el jardín, Fany se echó al riachuelo… Solo un par de días nos fue suficiente como para que llegáramos a ser las mejores amigas. De vuelta a Praga, Fany conoció a nuestros compañeros del departamento y en pocos días ya iban a empezar las clases en la U.

La situación en mi país es bastante más avanzada en lo que a perros se refiere. Somos una nación de amantes de perros, y los comercios no se complican mucho con restringir el acceso de los perros, y menos si el perro tiene su chaleco de perro de asistencia, por mucho que esté en entrenamiento. Así me fue posible llevármela literalmente a todos lados: a la universidad donde absolutamente todos (desde la señora portera, la secretaria, hasta los más capos de los profesores que tenían fama de indiferentes) se derritieron ante la ternura de Fany, a los supermercados, al zoológico, de paseo, sobra mencionar el transporte público. Así la perra se iba aprendiendo, socializándose y habituándose a todo estímulo nuevo.

A unos meses apareció la futura dueña de Fany – una niña de 6 años con parálisis cerebral que caminaba con muchas dificultades y cuyo nivel tanto emocional como cognitivo era de una niña de apenas 2 años. Ahí fue que nuestro trabajo que veníamos haciendo cobró una forma bien concreta. Se diseñó un plan de entrenamiento hecho a medida de la niña y sus necesidades. Sin embargo, como todos de los entrenadores de perros de asistencia profesionales estaban todavía ocupados con los adiestramientos de los demás perros que ya se tenían que entregar, me tocó a mí avanzar con Fany por mientras. Parar y sentarse en el borde de las veredas, cobrar y entregar objetos, abrir puertas, quitar medias, quedarse quieta mientras la niña calienta sus piernitas, calmarla cuando le da una crisis, esas eran algunas de nuestras tareas por avanzar. Y pues poquito a poco íbamos mejorando, hasta que una de las adiestradoras entregó a uno de los perros ya preparados y se pudo ocupar de Fany.

El día de entregarla se estaba acercando a pasos gigantes hasta que un día nos tocó despedirnos. No solo mi hermana lloró un mar de lágrimas, fuimos todos los que nos terminamos encariñando con ella que sufrimos. Pero así fue el trato. Desde el comienzo todos sabíamos que esta historia tenía su final, que no había que agarrarle mucho cariño porque de un día para otro, Fany no iba a estar. Pero ni modo. Con la carita que ponía cuando se sentía culpable, con lo juguetona que era o con lo rápido que aprendía. Terminó enamorándonos a todos. Pero luego de casi un año que había pasado con ella prácticamente 24 horas de los 7 días de la semana sí me tocó entregarla a las manos de la entrenadora de perros de asistencia. Fui a la misma oficina donde me la habían entregado ellos. Y de un minuto a otro, desaparecí de la vida de Fany. Sin embargo, fue el momento perfecto porque yo ya tenía todo listo para irme de intercambio al Perú, a seguir con otra aventura. Sabía que al regreso quería volver a pasar por este proceso, pero el destino es que baraja las cartas y por cosas de la vida terminé viviendo en Lima. Pero apenas me establecí acá, me puse a buscar si es que hay alguna organización que hace algo por ese estilo. Y así fue cómo conocí a Bocalán. Pero esa ya es otra historia…

Y falta todavía lo más importante: ¿qué me dio toda esta experiencia? Conocí a gente maravillosa, desinteresada, que ama lo que hace y lo hace bien. Me conocí a mí misma. Aprendí mucho de los perros, de su adiestramiento y su vida de día a día. Apoyé una buena causa, y lo mejor es que lo pude hacer divirtiéndome. Me tocó a mí ser quien muestra el trabajo con los perros en las presentaciones de la asociación. Y pude aportar con mi granito de arena a mejorar el mundo, aunque sea de una sola persona. Y si me preguntan: ¿lo volverías a hacer? Yo digo: allá voy.

P.D. Las cosas no se dieron tan bien como se esperaba y la niña nunca se acostumbró a la presencia de la perra en su familia; cosa que Fany regresó a la asociación. No obstante, al momento le encontraron otra familia donde puede ayudar y ahora es una buenísima perra de terapia en una casa de reposo. Acompaña a su dueña, terapeuta ocupacional, al trabajo todos los días y le ayuda en las terapias, y además sirve de soporte emocional para todos los integrantes de la casa.

Fotos: Pestra

Perros de Terapia, Terapia asistida con Animales

Animales que transforman Vidas

¿A qué edad es mejor tener un perro de terapia para tener un mejor vínculo?

En mi experiencia personal, llevo más de 15 años dedicada a trabajar en psicología y psicoterapia asistida con animales, considero que el vínculo que desarrollamos con nuestros perros de terapia va más allá de a que edad los conocimos, desde que edad tenemos la bendición que estén con nosotros compartiendo juntos nuestras vidas, trabajando juntos.

Algunos de mis perros de terapia los conozco desde cachorros, otros desde jóvenes y otros desde adultos. Considero que cada relación con cada uno de ellos es y ha sido única y especial, cada una muy profunda, con sus propias enseñanzas.

Hoy quiero compartirles un poco sobre nuestra querida Viruta, mi gran compañera de trabajo, ahora prácticamente jubilada. Junto a ella y a su hermano menor Hummus, conocí el maravilloso mundo de los labradores, hermosa raza, de la que a…

Ver la entrada original 453 palabras más

Ayudemos a que Leandro tenga su Perro de Asistencia

Leandro es nuestro hijo, es un niño muy inteligente y feliz, claro para todos los padres sus hijos son lo mejor…, sin embargo el en su corta edad nos ha demostrado que a todo hay que darle una sonrisa…que la vida no es fácil pero tampoco es difícil…que todo esta en uno.

Leandro fue diagnosticado con amaurosis congénita de nacimiento, como padres no fue fácil saber que nuestro hijo no podría ver, pero el amor hace que saquemos fuerza, de pequeño realizo terapia ya que tenia hipotonia, al año y medio ingreso al colegio, ahí aprendimos que no eramos los únicos padres con un hijo con discapacidad y seguimos adelante, sin embargo por cosas de la vida, a los 3 años y algo convulsiono, sentimos miedo, a los 4 años fue nuevamente diagnosticado como ezquicencefalia del labio abierto, parte del cerebro no había desarrollado, seguía creciendo y con su crecimiento desarrollo mas conductas (ansiedad e hiperventilacion), sin embargo el siempre con su sonrisa nos dice todo esta bien…que en este aprendizaje de padres nada es fácil…pero todo posible.

Durante todos estos años Dios nunca nos soltó la mano…siempre esta en los momentos donde mas lo necesitamos y pone personas para cada situación… Hoy Leandro con 7 años y por cosas de la vida y de Dios, llegamos a Bocalan Perú, todo comenzó con un anuncio de familias voluntarias para acoger a uno de sus perros que serian entrenados para familias con alguna discapacidad… lo leímos y quisimos participar…ya que queríamos darle la oportunidad a nuestro hijo de convivir con un animal…cabe manifestar que a Leandro no le gustaban los animales y pensamos que seria una bonita experiencia y quizá así el podría minimizar su ansiedad. Grata fue nuestra sorpresa cuando tuvimos nuestra primera entrevista…Participamos del curso de Intervenciones asistidas con Animales. Terapia & Educacion… y aprendimos cosas que quizá no entendíamos sobre conductas de nuestro hijo. Leandro asistio a terapias con perros y la primera vez…estuvo un poco irritado, luego de ello comenzó a tener mas tolerancia con los animales…hoy en día le encanta los perros y pues he notado algunos cambios favorables en sus conductas.

Gracias a Bocalan Perú y a todo su equipo hemos podido descubrir a través de mi hijo que un animal puede ayudar a superar muchas situaciones por las cuales estemos pasando. Brindando motivación y alegrías que quizá como adultos no lo vemos pero para un niño son experiencias únicas que le hacen mas fácil seguir avanzando. Y ahora Leandro ya no postula como familia de acogida, sino gracias a Bocalan Perú, a tener su Perro de Asistencia que sea entrenado específicamente para las características que tiene el y lo pueda ayudar en su vida cotidiana.

Testimonio por Safiro Vilchez , Madre de Leandro

 Puedes ayudarlo a cumplir este sueño:
-Realizando una donación económica (toda donación suma y ayuda)
-Donando accesorios para el cuidado (antipulgas, varikennel, cama, correas, entre otros) y/o materiales de entrenamiento que se requieren para la preparación de su futura perra de asistencia.
– Inscribiéndote al Workshop de Terapia asistida con Animales y Perros de Asistencia Pro Fondos que realizaremos el 8 de diciembre.
-Adquiriendo nuestros peluches solidarios
-Para apoyar a Leandro comunícate con nosotros: contacto@bocalanperu.org whatsapp 998672509 o por inbox

Conoce mas sobre la labor de Bocalan Perú : http://www.bocalanperu.org

Un agradecimiento muy especial a Hills – Invetsa y Mascota Club del Perú que se encargaran de su alimentación durante todo el periodo de su entrenamiento y a Picnic Mascotaa por su apoyo con los treats que emplearemos durante su entrenamiento especializado.

Allá voy…

No me gusta ir de compras. Detesto los centros comerciales. Pero a pesar de eso, fue justo un día de compras el que me guio hacia el trabajo con perros. ¿Cómo? Estarán preguntando. Esta es la historia de mi vida…

Mi nombre es Martina y soy checa. Estudié traducción en Praga, en el mismo corazón del centro histórico de la ciudad, en la facultad que se encontraba a unos 300 metros de uno de los centros comerciales más grandes de Praga. Un día me tocó entrar ahí, a ese sitio donde luego de 7 años sigo perdiéndome, donde todas las escaleras mecánicas suben y ninguna baja y donde hay que dar mil vueltas para encontrar lo que estamos buscando. Salí de la universidad ya toda fastidiada y disgustada, pero apenas me acerqué, todo giró en 180 grados. Enfrente del centro comercial había un stand y varios perros alrededor. Vi una demostración del trabajo de los perros de asistencia y una presentación de la asociación que se dedicaba a ese hermoso trabajo. Me quedé ahí observando un buen rato. Me fui con los ojos brillantes de emoción y alegría. Me había olvidado del estrés de las compras. Total, cuando llegué a casa ese día, entré al Internet para buscar más información sobre esa asociación. Me emocionó tanto lo que hacían que decidí contactarme con ellos para ver si podía ayudarles de alguna manera, apoyarlos como la traductora que iba a ser o con cualquier otra actividad voluntaria. A los dos días me encontraba en su oficina conversando con la coordinadora de los voluntarios. Aparte del voluntariado me ofreció formar parte de su equipo como familia de acogida de alguno de los cachorros que iban a entrar en esa época. Lo consulté con mis compañeros del departamento y todos se mostraron muy entusiasmados por la idea. Acepté. Y así es como llegué a conocerla a mi bebé Fany.

Fue un viernes que fui a recogerla, me acuerdo clarito. Ahí estaba, una labradora de ocho meses, negra como la noche. Fue amor a primera vista. En cuestión de minutos arreglamos todo lo que fue el papeleo y en menos de media hora salíamos por la puerta, rumbo a la nueva casa de Fany. Justo para ese fin de semana me tocaba bajar a la casa de mi mamá, y pues con menuda sorpresa se dieron tanto ella como mi hermana. Felizmente les pasó lo mismo que me había pasado a mí horas antes: se enamoraron de esa carita tan tierna, de sus ojitos marrones y su colita que no paraba de moverse. Así fue cómo empezó nuestra aventura. Los tres días en la casa nos sirvieron para conocernos, para vincularnos, para acostumbrarnos una a la otra. También paseamos rico por los campos, jugamos en el jardín, Fany se echó al riachuelo… Solo un par de días nos fue suficiente como para que llegáramos a ser las mejores amigas. De vuelta a Praga, Fany conoció a nuestros compañeros del departamento y en pocos días ya iban a empezar las clases en la U.

La situación en mi país es bastante más avanzada en lo que a perros se refiere. Somos una nación de amantes de perros, y los comercios no se complican mucho con restringir el acceso de los perros, y menos si el perro tiene su chaleco de perro de asistencia, por mucho que esté en entrenamiento. Así me fue posible llevármela literalmente a todos lados: a la universidad donde absolutamente todos (desde la señora portera, la secretaria, hasta los más capos de los profesores que tenían fama de indiferentes) se derritieron ante la ternura de Fany, a los supermercados, al zoológico, de paseo, sobra mencionar el transporte público. Así la perra se iba aprendiendo, socializándose y habituándose a todo estímulo nuevo.

A unos meses apareció la futura dueña de Fany – una niña de 6 años con parálisis cerebral que caminaba con muchas dificultades y cuyo nivel tanto emocional como cognitivo era de una niña de apenas 2 años. Ahí fue que nuestro trabajo que veníamos haciendo cobró una forma bien concreta. Se diseñó un plan de entrenamiento hecho a medida de la niña y sus necesidades. Sin embargo, como todos de los entrenadores de perros de asistencia profesionales estaban todavía ocupados con los adiestramientos de los demás perros que ya se tenían que entregar, me tocó a mí avanzar con Fany por mientras. Parar y sentarse en el borde de las veredas, cobrar y entregar objetos, abrir puertas, quitar medias, quedarse quieta mientras la niña calienta sus piernitas, calmarla cuando le da una crisis, esas eran algunas de nuestras tareas por avanzar. Y pues poquito a poco íbamos mejorando, hasta que una de las adiestradoras entregó a uno de los perros ya preparados y se pudo ocupar de Fany.

El día de entregarla se estaba acercando a pasos gigantes hasta que un día nos tocó despedirnos. No solo mi hermana lloró un mar de lágrimas, fuimos todos los que nos terminamos encariñando con ella que sufrimos. Pero así fue el trato. Desde el comienzo todos sabíamos que esta historia tenía su final, que no había que agarrarle mucho cariño porque de un día para otro, Fany no iba a estar. Pero ni modo. Con la carita que ponía cuando se sentía culpable, con lo juguetona que era o con lo rápido que aprendía. Terminó enamorándonos a todos. Pero luego de casi un año que había pasado con ella prácticamente 24 horas de los 7 días de la semana sí me tocó entregarla a las manos de la entrenadora de perros de asistencia. Fui a la misma oficina donde me la habían entregado ellos. Y de un minuto a otro, desaparecí de la vida de Fany. Sin embargo, fue el momento perfecto porque yo ya tenía todo listo para irme de intercambio al Perú, a seguir con otra aventura. Sabía que al regreso quería volver a pasar por este proceso, pero el destino es que baraja las cartas y por cosas de la vida terminé viviendo en Lima. Pero apenas me establecí acá, me puse a buscar si es que hay alguna organización que hace algo por ese estilo. Y así fue cómo conocí a Bocalán. Pero esa ya es otra historia…

Y falta todavía lo más importante: ¿qué me dio toda esta experiencia? Conocí a gente maravillosa, desinteresada, que ama lo que hace y lo hace bien. Me conocí a mí misma. Aprendí mucho de los perros, de su adiestramiento y su vida de día a día. Apoyé una buena causa, y lo mejor es que lo pude hacer divirtiéndome. Me tocó a mí ser quien muestra el trabajo con los perros en las presentaciones de la asociación. Y pude aportar con mi granito de arena a mejorar el mundo, aunque sea de una sola persona. Y si me preguntan: ¿lo volverías a hacer? Yo digo: allá voy.

P.D. Las cosas no se dieron tan bien como se esperaba y la niña nunca se acostumbró a la presencia de la perra en su familia; cosa que Fany regresó a la asociación. No obstante, al momento le encontraron otra familia donde puede ayudar y ahora es una buenísima perra de terapia en una casa de reposo. Acompaña a su dueña, terapeuta ocupacional, al trabajo todos los días y le ayuda en las terapias, y además sirve de soporte emocional para todos los integrantes de la casa.

Fotos: Pestra

Introduce Yourself (Example Post)

This is an example post, originally published as part of Blogging University. Enroll in one of our ten programs, and start your blog right.

You’re going to publish a post today. Don’t worry about how your blog looks. Don’t worry if you haven’t given it a name yet, or you’re feeling overwhelmed. Just click the “New Post” button, and tell us why you’re here.

Why do this?

  • Because it gives new readers context. What are you about? Why should they read your blog?
  • Because it will help you focus you own ideas about your blog and what you’d like to do with it.

The post can be short or long, a personal intro to your life or a bloggy mission statement, a manifesto for the future or a simple outline of your the types of things you hope to publish.

To help you get started, here are a few questions:

  • Why are you blogging publicly, rather than keeping a personal journal?
  • What topics do you think you’ll write about?
  • Who would you love to connect with via your blog?
  • If you blog successfully throughout the next year, what would you hope to have accomplished?

You’re not locked into any of this; one of the wonderful things about blogs is how they constantly evolve as we learn, grow, and interact with one another — but it’s good to know where and why you started, and articulating your goals may just give you a few other post ideas.

Can’t think how to get started? Just write the first thing that pops into your head. Anne Lamott, author of a book on writing we love, says that you need to give yourself permission to write a “crappy first draft”. Anne makes a great point — just start writing, and worry about editing it later.

When you’re ready to publish, give your post three to five tags that describe your blog’s focus — writing, photography, fiction, parenting, food, cars, movies, sports, whatever. These tags will help others who care about your topics find you in the Reader. Make sure one of the tags is “zerotohero,” so other new bloggers can find you, too.